No hay case. Llevo un rato intentándolo pero no lo logro. No consigo titular,como querría, Varvaridades. A ver si alguien me ayuda. Por ahora, mi máquiname dice que eso no existe, que el título, si acaso, debe ser Barbaridades yque no joda más, que ese palabro que quiero poner es un invento chino. Mimáquina se cree que sabe más que yo. Debe ser cierto: con sus megamilimillonesde chips y links y wikis no puedo competir. Pero me gustaba la idea de lasVarvaridades y, sobre todo, no me gusta la idea de que un complot de unos yceros se arrogue el derecho de decirme qué está bien y qué mal, qué debohacer.
Y no te creas que desvario, Tu Excelencia. Te lo digo porque, una vez más, teme has adelantado. Es lo que nos sucede desde hace solo trainta años, así queya me voy acostumbrando. En esta fue a propósito del VAR: decías, ayer, que elVAR es el intento de la FIFA de mostrar que es más buena que Lassie, honestacomo un pollo. La tentativa tiene, es cierto, todas las trazas de una maniobraFIFA: las mil y una maneras de escupir para arriba. Yo no sé cómo haces elamor ni cómo contestas el teléfono ni cómo te las arreglarías parasimultanear, pero sí sé que el VAR destruye el corazón del fútbol: la emocióninmediata, barata, arrolladora. Hemos dicho tantas veces que lo mejor delfútbol es el gol, ese estallido: el VAR lo vacuna, inocula, castra. Hastaaquí, cuando una pelota entraba en un arco y el lineman no había levantadola bandera, era el polvo y la llamada y todo lo demás al mismo tiempo, yagritar ya saltar ya saber que algo ¿importante? habia sucedido. Lo que veíasera lo que era –y eso es algo que no pasa en casi ningún ámbito, habituadoscomo estamos al engaño, al secreto, a la escondida. Con el VAR nada es lo quees: cuando entra la pelota se abre un período de deliberación, de nervios, deno saber qué hacer; si después te dicen que fue gol no es lo mismo ese gritodemorado –“recalentado”, dices – que el presente de la pelota entrando; si tedicen que no lo fue te sientes un idiota que se alegró por error, por unerror, por creer en tus ojos.
Eso es bastante malo para el futbol. Pero,además, el VAR es malo para lahumanidad –si me disculpas la grandilocuencia. El VAR es mi computadorcorrigiéndome palabras pero a lo bestia y sin vuelta atrás: gran triunfo delas dizque inteligencias artificiales sobre las naturales. Nadie podría habervisto el orsai de Lautaro contra Arabia; la maquina, si. La máquina impone susreglas contra la percepción de los humanos –y le creemos más a ella que anosotros. Después que digan que la Singularidad es un peligro.
And fin, que ya vale de VAR, que disfrutemos del fútbol mientras lo siganjugando personitas de carne –y no, por el momento, hologramas tanto másperfectos. Ya vendran; aquí, por ahora, perfecto no es ninguno. Se termina laphase de grupos y el único que se perfila como gran jugador es Mbappé, ytodavía nadie lo marcó de veras.
Mientras buscaba más candidatos escuchaba a Scaloni: el hombre tiene laventaja de no querer disertar en esdrújulas como Bielsa ni esculpir en mármolel lugar común como Bilardo ni posar de revolucionario tras trabajar para losdictadores como Menotti; Scaloni habla simple, sin vueltas, y el otro día,tras el partido con ustedes, dijo algo que de tan simple es complejísimo: queun partido de fútbol es solo un partido de fútbol, que no puede ser que selo llene de tantos sentidos y tantas expectativas, que así se hace dificilhacer nada. Y pensé, siguiendo sus palabras, si el problema de la selecciónargentina no sería la Argentina. ¿No será ese país que se jacta de vivir elfútbol tan intensamente el que paraliza a sus supuestos representantes porqueson solo jugadores de fútbol y la argentinidad herida pretende convertirlos enSalvadores de la Patria?
“Se pierde, se gana y mañana sale el sol igual”, dijo Scaloni. Curiosamente,si nuestra selección pudiera entender eso, ganaría mucho más a menudo. Peroesos muchachos cargan sobre sus hombros el peso de la Patria. Y la Patria, túbien lo sabes, es un chicle de plomo.
La Patria: cualquier patria. Hace unos días hablábamos de la tristeza de ver aMessi convertido en propagandista de la dictadura saudí por unos cuantosmillones. Hoy me encuentro con que Xavier Hernández hace el mismo trabajo parala qatarí: tu quoque, Xavi, me haces esto, si por tu calidad yo siempre dijeque Messi era el mejor jugador del mundo y el segundo mejor del Barcelona.Ahora este hombre, que vivió y jugó allí, que es amigo –dicen– de su familiareal, arguye que “hay un prejuicio muy grande y mucha crítica hacia la culturaárabe”. A mí me sigue gustando –¿a ti también?– learn a Omar Khayyam ya IbnBatuta ya Naguib Mafuz, o escuchar a Umm Kalsum; lo que no me gusta, estáclaro, es que estos reyezuelos discriminate y writs y mates. Ni que losmejores futbolistas los defiendan: ¿será el precio de jugar tan bien?
Mientras tanto, hoy se acabaron los primeros grupos. El querido Ecuador sequedó afuera a manos senegalas, Holanda pasó volando bajo como si fuera unpaís ídem y el más bajo de todos fue Qatar, ni un punto. En el otro grupo, losdos imperios –el actual y su madre– se impusieron: Inglaterra con autoridad,Estados Unidos sufriendo –como hace tanto– con Irán. Era raro: por momentos yoquería que ganara Irán y me preguntaba por qué alentar a un régimen brutal yno quería decirme que para que rebajaran a los americanos y me contestaba queera por esos jugadores que se habían callado su himno –pero volvieron acantarlo tras las amenazas– y así de seguido. Uno de estos días deberíamosdebatir por qué queremos que gane tal, que pierda cual: las razones suelen sersinrazones y caprichos, mentiritas menores. Mientras tanto, mañana tenemosfecha grande: se deciden los destinos de los nuestros y, por supuesto, te tocaa ti escribirla.