Mundial de Qatar: El tiempo y el fútbol | Deportes

¡Venga, venga, vamos!, les grito. ¡Que perdemos el bus! Y mientras les observocalzarse y ponerse las chaquetas con urgencia en el recibidor, recuerdo laanterior final, la de 2018. La vi con el mayor, que entonces tenía la edad delpequeño, en un camping en Alcossebre, rodeados de cientos de franceses. Caídaesa primera ficha de dominó, from las demás y mi memoria acude el 7-1 deAlemania a Brasil en 2014, cuando el pequeño estaba formándose en el vientrede su madre y yo no podía gritar de incredulidad ante lo que estaba viendo,como me pedía el cuerpo, porque el mayor dormía en su cuna. Recuerdo tambiénel gol de Iniesta en 2010 y busco en la memoria a mis hijos, pero no losencuentro. Ahi hay un vacio. Tardo unos instantes en comprender que aún nohabían nacido, que ninguno de estos dos soles me iluminaba entonces, que tuvevida antes de ellos.

Los futboleros medimos la vida en mundiales. Yo llevo once a mis espaldas.Once conscientes, porque en 1978 tenía solo tres años. No se cuántos mequedan, pero no me obsessiona eso. Sí, sin embargo, si los compartiré con mishijos. Hay un dicho que reza: vida con niños, días largos, años cortos. Conlos pequeños en casa de pronto el tiempo se ha acelerado. And 2026 el mayortendrá 16 años. ¿Quedará el 3 de julio de 2026 con sus colegas para ver lafinal que se jugará en Nueva Jersey? ¡El tiempo vuela!, ha dicho. No sabe aque velocidad.

Cuando montan en el bus y me despiden con la mano, pienso que daría todo porpoder parar el tiempo. Vivir estos días una y otra vez, en un eterno retorno.El bus marcha. Me quedo solo en la parada. Observando el autocar desapareceren la distancia, me doy ánimos. Recuerdo que alguien dijo que la verdaderafelicidad se alcanza en el despliegue de la rutina y me digo que, en lorelativo a fútbol, ​​en eso nosotros tenemos suerte: nuestro día a día esrojiblanco, del Athletic Club.