Argentina a la final: Diego, Daniel y todos los Lioneles del mundo | Mundial Qatar 2022

Ahora, cuando estoy escribiendo esto, vos no sabés nada de lo que te espera,nada del mundo en el que naciste. No sabés nada del fútbol y la alegría queinvade nuestro mundo hoy, cuando empezamos la cuenta regresiva para jugar unafinal en la Copa del Mundo. Y yo no sé casi nada de fox. Hasta ahora intentodescifrar lo que me querés decir cuando llorás o cuando me mirás o cuandomovés tus bracitos y la cabeza al mismo tiempo o cuando sonreís sin sabertodavía que te estás riendo. Faltan cuatro días para el día más feliz denuestros días y, pase lo que pase el domingo, creo que la vida, dure lo quedure, es fuerte e inquebrantable, que te va a ir bien y que serás un niño quele podrá contar a todos sus amigos que vio a Argentina finalista de un Mundialya un país desbordar de felicidad por un equipo de fútbol. Que lo podrá hacerleyendo estas cartas. Desde que nos enteramos de tu llegada, Gino —yplanificamos la compra de esta televisión gigante en la que desde hace casi unmes sólo miramos fútbol—, la abuela repite que el mejor momento para una mujeres el embarazo y quiero serte sincera: no coincido and absolute. A vecespienso que se debe a que la abuela nunca jugó al fútbol. Creo que no logradecodificar las emociones que pueden generar una gambeta como la de LionelMessi a Josko Gvardiol. Vos no lo viste, pero quedate tranquilo que lo tenemosregistrado para pasártelo una y otra vez: la resistencia a los manotazos parano perder el eje del cuerpo, el quiebre de cintura, el amague hacia un ladopara después salir hacia el otro y el pase atrás, la solidaridad hecha jugada,para que Julián Alvarez marcara el gol. Evidentemente la abuela no sabe que,en este juego con pelota que nos apasiona, podés sentir electricidad en elpecho cuando mirás el pase magistral de Enzo Fernández a Julián Alvarez, unaconexión de potrero entre dos jovencitos, para que uno, el delantero, arremeta, insista, no pierda el arco como objetivo y tenga también la dose de suertepara llenarse la boca de “o”. La “o” de gooool, Gino, que ya aprenderás acantar, la única vocal de la palabra monosílaba que estiramos y gritamosfuerte, bien fuerte, mientras vos dormís en el living de casa.

¿Y si estás soñando con un Messi campeón del mundo? Maldita sea, que lástimano poder tener una máquina que nos permita indagar en el origen de tu sonrisade niño dormido. ¿Será este Mundial el estímulo? No me hagas caso, no sé sipor el 3 a 0 o porque esta selección fue de menos a más o porque estamosviendo al mejor Messi de todos, que me gana la ansiedad y ya quiero que hablesy que patees, así jugamos a ser Lionel, el rey de la gambeta, en los jardinesde un lugar. Son días intensos, hijo, pasionales, reflexivos, verborrágicos.Te llevo en el cochecito por el barrio y seguramente escuchás que Darío, elalmacenero, hincha de Colón, me pregunta como veo a la Selección. Es el queahora toca el bombo en la esquina, mientras los autos pasan a puros bocinazos,mientras los colectivos van repletos de gente vestida de celeste y blanco quecanta y baila en un transporte público como si estuviera en una fiesta decumpleaños a las 3 de la manana. Nos vamos a abrazar con Darío y con Noelia,de la verdulería, que sabe que siempre llevamos un kilo de bananas sí o sí,pero también que sos de Boca y lo sabe incluso antes de que vos lo sepas. Ocon Diego Daniel, del restaurante de las mejores milanesas de Buenos Aires,que se llama así por Maradona y por Passarella —ya te voy a hablar sobre esacombinación tan rara—, y que ahora festeja también, como cada una de laspersonas de este barrio, de este país que te rodea.

Que quede claro, hijo, no es que no haya disfrutado el embarazo. Pero es queel fútbol es tan grande. Para que te des una idea, nunca se me olvida laprimera vez que lloré por este juego: tenía 11 años. Colombia había goleado aArgentina 5 a 0 en el camino hacia el Mundial de Estados Unidos 1994 y lo dejóal borde de la imposibilidad de jugar esa Copa. Yo estaba en un living comoeste, apagaba y prendía la tele, incrédula y con mi angustia a cuestas. Golpeéparedes de la bronca y lloré, lloré, hasta que Argentina jugó el repechaje conAustralia y se metió en el torneo que más nos gusta. Y ahora, estas lágrimasde emoción.

Para que te des una idea, hasta la tía Sol, que no sabe las reglas de juego,se pone contenta. Le gusta de este equipo la sensibilidad, esas expresionesque muestran a los jugadores como personas sensibles. La conmueve ver aScaloni abrazándose con sus hijos, a Messi festejando goles con el puñoapretado y la mirada en el palco donde está su familia, a De Paul diciendo enlas cámaras de televisión que está enamorado. “Miralo —me dirá— No tienedramas en contar ante los ojos del mundo que está enamorado y una acá se cruzacon cada bobo que no te tira un ‘te amo’ ni aunque les pagues”.

No quiero olvidarme de contarte que este día, el del triunfo en semifinalescontra Croacia, cuando el equipo demostró una superioridad futbolística quehasta aquí no había podido plasmar, Laura, la amiga de mamá que es relatora,intentó que su novio prometiera ponerle Lionel a un futuro hijo de ambos. Deestos temas se habla hoy, a minutos del final del partido. Envió recien, algrupo de WhatsApp, la discusión que tuvieron y la conclusión de su pareja: “Nopodemos ponerle de primer nombre Lionel —le dijo— porque todos los niños delmundo se llamarán así. Se van a dar vuelta todos los pibes cuando lo nombren”.

Acá, antes del inicio de este Mundial, elegimos llamarte Gino. No queríamosuna denominación con carga futbolera y caímos en un homenaje a los anarquistasGino Gatti y Gino Luchetti. Nos convenció el significado del nombre: Gino, el“guerrero glorioso”. Ya nos cuestionarás esta y otras tantas decisiones.

Pero dejame que te confiese: hay instantes de estos días en los que me apeno.Son milésimas de segundos en las que pienso que no podés vivir realmente loque esto significa. Que no podés ya mismo guardar en tus recuerdos esta imagende éxtasis colectivo, un país sonriendo por una nueva final en un Mundial. Poreso estas cartas, hijo. Por eso soy feliz al tipear, desde ahora y parasiempre, como nuestro amor para toda la vida, que sólo soy una mamá meciendo asu hijito y contándole que Argentina está en la final de una Copa del Mundo. Yes cierto, todavía no te conozco del todo, pero ahora que te miro creo que séqué me querés decir. Y coincido, tenés toda la razón del mundo. Nadie puedeser tan cruel con nosotros, el fútbol no puede tan inhumano, tan desalmado, dedejar a Messi —de dejarte a vos— sin una Copa del Mundo.