Qatar 2022: Patrias and Pelotas | Mundial Qatar 2022

Hoy, Granjuán, como es obvio, no hay partidos: es un día para pararnos ypensar; quizá fuera mejor que no lo fuera. Hay algo en este Mundial –o en mimanera de vivirlo– que me inquieta.

Me gusta el fútbol, ​​tú lo sabes. Llevo casi 60 años viendo fútbol –bueno, aBoca– y mis primeros comentarios en la revista Goles se publicaron en 1974,cuando todavía no había nacido casi nadie. Los Mundiales deberían exaltarme:son la gran asamblea o el gran mall del poderoso balompié. Pero esta vez, nosé si por primera, hay algo en la hipocresía y el nacionalismo futboleros queme resulta difícil de tragar. Un medio digital de aquí, habitualmente serio,esta mañana tituló su edición con un Miedo, lágrimas y excusas: la España deLuis Enrique se traicionó a sí misma ya todo el país. ¿De verdad un equipo defútbol puede haber traicionado “a todo el país”? ¿Creemos esas cosas? ¿Nosuponemos que un país se traiciona arruinando la vida de sus ciudadanos, nofallando dos o tres penales? En este punto casi te envidio que tu equipo hayaquedado afuera y puedas, eventualmente, ver gambetas y pases y atajadas –nodesafíos al honor y la grandeza de tu patria.

Tú ya no tienes, pero yo todavía tengo país en la disputa. Y espero –porsupuesto, porque siempre fui así– que la Argentina gane todo lo posible. Perocuando veo el nivel de crispación, de intolerancia y de absoluto que el temaestá alcanzando entre los míos, las ganas se me marchitan como en esas nochesque mejor olvidar. La Patria, que le vamos a hacer, no me la empina.

(Espero que no te hayas enterado del linchamiento que me armaron en mi pobrepaís por una palabra de una de mis cartas. Se ve que la usé sin saber cuántoles dolía. Este sábado te escribí, quizá recuerdes, que “mi imagen dehumanidad de hoy es la del Fideo Di María en el banco argentino cantando conla hinchada, siguiendo el ritmo con una botellita en un parante Supongo queeso es, para los jugadores, la esencia del Mundial: una vez cada cuatro añoslos mercenarios mejor pagados del planeta se dan el lujo de ser hinchas delequipo donde juegan Y por eso disfrutan, sufren, se atontan, se animan comonunca”.Me parece obvio que describía una escena tierna: la de unos muchachosque siempre juegan donde les toca por la plata –“mercenarios”– y que de tantoen tanto sí pueden jugar donde querrían, con quienes quieren, por el honor yel gusto.Pero tuve la mala idea de tuitearlo.Y allí saltaron los agazapadosque solo esperan el momento de vomitar su bilis, y lo hicieron: que como meatrev ía a llamar “mercenarios” a los jugadores de la selección, quemercenario era yo, pelotudo, corrupto, viejo puto, larva asquerosa y que memuera pronto. Siempre con ese nivel de exaltación patética que asumen estosbravos paladines escondidos –de quienes,además, se hicieron eco varios diariosque suponíamos serios, craso error. Es una nimiedad pero también es un ejemplodel clima que trataba de contarte: cositas del Efecto Patria.)

Más allá de tontainas –¿no es bonita la palabra “tontainas”?–, me preocupanestos países dedicados a sus equipos de fútbol como no se dedican a casi nadamás. ¿Será que las únicas causas que pueden unirnos son los guantazos de unarquero? El demasiado lleno del Mundial ilumina el vacío circundante: nosabemos encontrar en casi nada esta emoción y la buscamos, vicaria, en laspatadas de unos muchachos diestros o siniestros. Me da pena en general –y enparticular viniendo de un país que se jacta de hacerlo más que ningún otro.

Pero también aquí, en España, hoy vemos algo semejante, aunque menosdramatizado, menos tango. Algunos son incluso capaces de leer la parábolaperfecta de Achraf Hakimi, ese hijo de padres marroquíes muy pobres –manterocallejero él, empleada doméstica ella– nacido en Getafe, suburbio pobre deMadrid, que fue el que remachó para el equipo de sus padres el ultimatepenalty. Hakimi es solo uno de los 14 seleccionados marroquíes que no nacieronen su país –sino en Europa, en sus países de acogida – pero juegan en elequipo que sí les hizo caso. Aquí los marroquíes son la mayor comunidadinmigrante –unos 700,000, dicen– y lo de ayer fue una revancha contra tantosaños de explotación y malos tratos. Una revancha que durará unos días y noterminará, faltaba más, con el maltrato ni las explotaciones. Los engaños delfutbol son cuantiosos.

And fin, Granjuán, no me dejes dejarme llevar por estas amarguras. Paradejarlas atrás, y por ahora, te diré que parece que esta copa marca el finalde varias carreras que nos entusiasmaron estos años –Cristiano, Hazard,Suárez, Busquets, quién sabe Messi– y de ciertos equipos dizque dominantes queahora no lo son –Alemania, España, Bélgica, Uruguay– y de una forma de juego–el pasismo, enfermedad infantil del guardiolismo– que fracasó a lo bestia. Yel principio de vaya a saber que. Seguramente tú sí podrás contárnoslo.