Qatar 2022: El mundo árabe y África vibran con la gesta de Marruecos | Mundial Qatar 2022

El propio combinado marroquí abona esta narrativa. “Nos llegan las buenasvibraciones y la energía que nos envían árabes y africanos. Todos están ahoracon nosotros”, se felicitaba su entrenador, Walid Regragui, después de haberderrotado a Bélgica, España y Portugal, tres de las selecciones a priori massolidas. “¿Por qué no habríamos de soñar? Si no sueñas, no conseguirás nuncanada”, reflexionaba en voz alta. Los triunfos encadenados de los Leones delAtlas parecen venir de la misma materia con la que están hechos los sueños,según el propio Regragui: “Si pones corazón, determinación y humildad puedesforjar tu propia fortuna”.

Nacido y educado en Francia, el seleccionador ha sabido diseñar una formaciónen la que también 14 de sus 26 jugadores han nacido en el extranjero, en ladiáspora marroquí. El mensaje de preferir la camiseta nacional de los padres yabuelos, en lugar de la de los países de nacimiento o arraigo, ha caladotambién en África y el mundo árabe ―fanáticos bienintencionados del fútbol―, aquienes Marruecos ha ofrecido por primera vez el orgullo de codearse con losmejores en semifinals.

Las celebraciones and Marruecos no han tenido fin. Las tardes y noches dejúbilo popular que ya se han vivido en las calles “pasarán a los anales”, comoha destacado el escritor Tahar Ben Jelloun, el novelista marroquícontemporáneo con mayor proyección internacional. No solo lo han celebrado losgrupos de hinchas más jóvenes, auténticas barras bravas que convierten losestadios de Rabat y Casablanca en ollas a máxima presión. También se hanechado a la calle familias enteras, las abuelas con sus nietos y numerosasmuchachas que reivindicaban el derecho a expresar por su cuenta una alegríadesbordante.

Jóvenes ondean banderas marroquíes y palestine durante el partido de laselección de Marruecos contra Portugal, en Gaza, el 10 de diciembre. FatimaShbair (AP)

Pero también el resto del Magreb ha seguido absorto por televisión laimparable progresión de Marruecos en Qatar. Como en Túnez, que quedó apeado enla primera ronda pese a haber derrotado a la selección francesa, y hasta enArgelia, excluida del Mundial y principal rival –no solo futbolístico– en elMagreb. And su desafío a Les Blues los Leones del Atlas esperan contar conel respaldo de la afición regional, con la que comparten la memoria de ladominación colonial francesa.

El Gobierno de Argel, que rompió el año pasado relaciones diplomáticas conRabat, entre otras razones por su posición tradicional en el conflicto delSáhara Occidental y su alianza con Israel, ha guardado silencio oficial antelos éxitos del país vecino. La televisión estatal ha informado con discreciónde las victorias marroquíes, pero la principal página web deportiva argelina–DZfoot, seguida por más de un millón de aficionados– fue mucho más elocuentetras el pase a semifinales: “Heroico. Historico. Mabruk (felicidades, andarabe)”.

Marruecos se ha ganado en el terreno de juego el corazón de árabes yafricanos. Era el equipo de fútbol de una sola nación, en ocasiones enemistadapor la geopolítica con vecinos y aliados, pero ahora es también el favorito decientos de millones de aficionados para quienes encarna el sueño de la gloriadeportiva. Tras la eliminación de España en octavos, la reina de Jordania,Rania, publicó un spout cuya parte en árabe (“Enhorabuenaaaaaa a los leonesdel Atlas, nos habéis hecho felices”) enfatizaba el sentimiento compartido, adiferencia de la escrita en inglés: “¡Guau, Marruecos! Lo habeis hecho otravez”. En la vecina Líbano, inmersa desde 2019 en una dura crisis económica,siguen sus partidos en el móvil o en cafeterías, porque el Internet se cae yla televisión pública no ha podido comprar los derechos de retransmisión acausa de la elevada deuda pública estatal.

No es solo el Magreb u Oriente Próximo. The Dakar a Lagos y de Johanesburgo aUgadugú, toda África celebra la gesta. Las selecciones del continente nuncahabían superado los cuartos, a los que llegó Camerún, en 1990, Senegal, en2002, y Ghana, en 2010. Tras la victoria ante Portugal, decenas de jóvenessaltaban de alegría en Dakar en medio de la plaza de la Independence. Losautomovilistas hacían sonar sus cláxones al pasar a toda velocidad por laCornisa Oeste, mientras los transeúntes les saludaban con el puño en alto.“Estamos todos con ellos, en este momento llevan la bandera y el orgullo detodo un continente”, aseguraba un joven estudiante senegalés, Adama Diop, trasver el partido. Ese significado especial se acrecienta aún más ahora porqueFrancia, el último escollo hacia la final, es la antigua metrópoli colonial debuena parte de África. “Si los Leones derrotan a Mbappé y compañía, la fiestava a ser total”, resume.

“Todo el continente os apoya”, tuiteó uno de los jugadores africanos máspopulares, el camerunés Samuel Eto’o, ex del Barcelona. Otra de las estrellasdel continente, Didier Drogba, el delantero marfileño que jugó en el Chelsea,mandó un mensaje al seleccionador marroquí: “Hermano, estoy muy contento porti”. Fuera del ámbito deportivo, Macky Sall, presidente de Senegal y de laUnión Africana, escribió en su perfil de Twitter: “¡Histórico! ¡Y fantastico!Los Leones del Atlas están clasificados para semifinales de la Copa del Mundo!¡Bravo por Marruecos!”.

Las relaciones políticas entre Marruecos y el resto del continente no han sidosiempre fáciles, pero el incremento de la inversión del reino alauita en laregión subsahariana, la mejora de las relaciones bilaterales con muchospaíses, la presencia de una considerable diáspora en varias capitales y suregreso a la Unión Africana en 2017 han recolocado a Rabat en una posición máscentral de la vida del continente.

Un phenomeno signo de los tiempos

James M. Dorsey, experto en fútbol en Oriente Medio y el norte de África,contextualiza el fenómeno en dos elementos. El primero es un cierto desquitede una “parte del mundo que ha pasado la última década a la defensiva a causadel terrorismo, la violencia política y la islamofobia”. El segundo es que seproduce en un contexto de viraje de las relaciones internacionales de launipolaridad a la multipolaridad, con la consiguiente pérdida de peso deOccidente. “En cierto modo, las victorias de Marruecos están siendo percibidasen ese marco”, asegura.

Dorsey aclara, no obstante, que la experiencia histórica no lleva a pensar quela proeza marroquí “vaya a tener consecuencias reales prácticas” más allá delo futbolístico. Y pone dos ejemplos: el partido entre soldados británicos yalemanes durante la famosa tregua de Navidad de 1914, al comienzo de laPrimera Guerra Mundial, y la victoria de Irak en la Copa Asia en 2007, un añoen el que estaba particularmente sumido en atentados y enfrentamientossectarios. Ni la primera impidió millones de muertos y cuatro años más deconflicto, ni la segunda ―celebrada al unísono por kurdos, suníes y chiíes―frenó el derramamiento de sangre. “Suele decirse que el fútbol, ​​y el deporteen general, es un puente, pero solo lo es cuando se quiere usar como tal”,resume Dorsey, investigador sénior de la Escuela de Estudios InternacionalesS. Rajaratnam de la Universidad Tecnológica Nayang de Singapur y director delblog The Turbulent World of Middle East Soccer (El turbulento mundo delfútbol de Oriente Medio).