Ajedrez: Magnus Carlsen: quince coronas y dos miedos | Actualidad del Ajedrez

El miedo a perder un duelo por el título requiere una aclaración importante.De su recente conversación con el youtuber Lex Fridman y sus entrevistas conEL PAÍS desde que tenía 16 años se deduce que no teme a la derrota en sí, sinoa sufrirla ante alguien que él considera claramente inferior. O sea, a todossus rivales en los cinco duelos disputados, excepto el estadounidense FabianoCaruana en Londres, 2018: “Yo no estaba en mi mejor forma y él sí. Esoigualaba muchísimo la pelea, lo que se tradujo en doce empates en las partidaslentas y mi victoria en el desempate rápido. Si hubiera perdido aquel duelo,no habría sido el fin del mundo. Pero en los otros cuatro me considerabaclaramente superior en ese momento”.

El noruego se refiere a los dos contra el indio Viswanathan Anand en Chennai(India, 2013) y Sochi (Rusia, 2014), el de diciembre de 2021 con el ruso IanNiepómniashi en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) y, sobre todo, el de 2016 enNueva York frente al también ruso Serguéi Kariakin, donde sufrió muchísimo.Después de siete partidas en tablas, el campeón se excedió en su ansia porganar y perdió la 8ª. Esa noche se emborrachó con todo su equipo: “Es la únicavez que lo he hecho como terapia, y funcionó. Gané una y empaté tres en lascuatro siguientes, y luego me impuse con claridad en el desempate rápido”.

Tras derrotar a Niepómniashi en Dubái, Carlsen anunció que solo defendería eltítulo en 2023 si el vencedor del Torneo de Candidatos fuese el francés deorigen iraní Alireza Firouzja, de 19 años ahora, a quien él considera unfenómeno excepcional, a su altura; un reto muy motivador. Pero Firouzja acusósu falta de experiencia y no ganó el Torneo de Candidatos, que se disputó enMadrid hace seis meses. El vencedor fue otra vez Niepómniashi, nadaestimulante para Carlsen, quien anunció su renuncia al título a pesar de quela Federación Internacional (FIDE) cedió mucho en la negociación y ofreció loque él viene pidiendo desde 2018: acelerar el ritmo de las partidas; que sejueguen, por ejemplo, 24 en dos semanas (con días de descanso), a dos porjornada. De modo que el ruso disputará el título contra el chino Liren Ding, aquien el todavía campeón considera “ligeramente favorito”.

Carlsen, durante la ceremonia de clausura de los Mundiales de Rápidas yRelámpago, el pasado viernes, en AlmatyAnna Schourman/FIDE

Hay otro motivo adicional que espanta a Carlsen: la preparación (técnica,física y psicológica) implica varios meses en los que se acuesta y se levantapensando en una sola persona, a la que debe machacar en un boxeo mental. Esoes totalmente distinto a los Mundiales de Rápidas, que ha ganado cuatro veces:2014, 2015, 2019 y 2022. O Relámpago, de los que tiene seis medallas de oro:2009, 2014, 2017, 2018, 2019 y 2022. Ambas modalidades son agotadoras encuanto a la tensión nerviosa, pero las dos consecutivas solo duran cinco días,y para prepararlas basta con pocas semanas. Volviendo al ajedrez clásico,Carlsen disfruta mucho más de los torneos (ha ganado 31 de los másimportantes), generalmente por sistema de liga entre diez o doce jugadores:“Si fracaso, pronto habrá otro para resarcirme. Pero si pierdo el títulomundial, tardaría años en recuperarlo”.

Además, la preparación de los torneos no requiere de largas concentracionescon su equipo de analistas, como los duelos por el título. El escandinavo huyecomo gato escaldado de cualquier sistema de entrenamiento con horarios rígidosy planificados. Esa es la principal razón por la que, en 2010, su trabajo conGari Kaspárov como entrenador, contratado por el padre de Carlsen, duró menosde un año: “Lo que yo buscaba era acceder al cerebro de uno de los mejoresajedrecistas de la histories. Y aprendí mucho de él, sobre todo en laspartidas amistosas que jugamos. Pero pretendía imponerme un régimen estricto,poco menos que militar, que yo siempre he rechazado”, suele explicar elnoruego. Aunque matiza: “Yo estoy pensando en ajedrez, y analizandomentalmente una posición, casi todas las horas de casi todos los días, inclusocuando estoy caminando o esquiando o comiendo, pero sin horarios”.

Carlsen no ha dicho ni una palabra en las últimas semanas sobre otro asuntoque sin duda debe preocuparle: la demanda que el estadounidense Hans Niemannha presentado en un juzgado del estado de Misuri por más de 400 millones dedólares por “difamación, libelo, violación de la ley antimonopolio,conspiración civil e interferencia torticera”. Es decir, por haberle acusadosin pruebas de hacer trampas en la partida que Niemann ganó a Carlsen el 4 deseptiembre en la Copa Sinquefield de San Luis (Misuri). La lógica indica queuna centésima parte de esa cantidad ya sería una compensación razonable, queCarlsen podría afrontar sin grandes problemas porque se estima que gana unosdos millones cada año por término medio, sumados premios, patrocinios y otroscontratos. Pero lo que un juez o un jurado de EEUU puedan decidir esimprevisible.

“Mi punto más débil es el control de las emociones”, dijo Carlsen a esteperiódico el 5 de diciembre de 2016 en Nueva York, tras la victoria sobreKariakin. Y todo indica que el pasado 4 de septiembre no las controló. Por elcontrario, parece que sí lo hace cuando quiere evitar los sufrimientos queacarrea un duelo por el título frente a rivales que, por ahora, no le motivan.Lo que sí le estimula es la perspectiva de batir una marca de Kaspárov queroza lo imposible: ser el number one durante veinte años consecutivos(1985-2005). Para lograrlo, Carlsen debe seguir siendo el mejor ocho años más,hasta los 40. ¿Conservará tanto tiempo la energía física y la motivaciónnecesarias para alcanzar ese Everest? Lograrlo y disfrutar de la vida almismo tiempo parecen objetivos difícilmente compatibles. Sobre todo siañadimos otro que Carlsen se ha marcado: pasar de los 2,900 puntos en la listamundial, equiparable a saltar más de diez metros en longitud. Quizá demasiadopara un hedonista, aunque sea genial.