‘Paluegos’ de oro | Deportes

Hay una palabra exacta para esto: desubicación. Suele pasarademás cuando unoabandona su lugar de trabajo y se presenta en el del cliente. Es decir, Messifue hace cuatro años al restaurante de Salt Bae, pero jamás pudo imaginar queel cocinero se presentase en su Copa del Mundo a tirarle del brazo parahacerse una foto con él. Y aún hay que darle las gracias porque no haya pedidotirar el penalti; es probable que a Infantino, comensal de Salt Bae, no leimportase mucho. ¿Hay dinero en Qatar para que Salt Bae tire un penalti concada selección durante la tanda final? Por supuesto: aquí se paga todo y algoaún más importante, se cobra. Si lo hubiese tirado habría coincidido el chefde las carnes con otro famoso desubicado, Dibu Martínez, el héroe absoluto dela final que perdió la oportunidad de hacer algo muy fácil: recordar lagrandeza de quien gana, no regodearse en los vencidos, enseñar a los demás quela victoria educa mucho más y mucho mejor que la derrota si se sabe gestionarbien.

Tú imaginate que acaba el partido y te vas, como el Dibu, a consolar en elcampo a Mbappé, que te ha metido tres goles, y acto seguido te vas alvestuario a reírte de él y decides, dos días después, hacer la caravana delfestejo por las calles de Buenos Aires con un muñeco con su cara. Quéinseguridades hay que tener, y qué poca categoría para ser incapaz de celebrarun triunfo propio a lomos del derrotado. Llevarse el guante de oro a laentrepierna después de recogerlo es lo de menos, hasta la explicación de porqué lo hizo tiene su gracia: “espera, que esto tiene una justificación: erapor la afición francesa”. Ah, entonces sí, qué se habrán creído.

¿A qué sabe el estropicio que hace con la carne Salt Bae cuando la llena depolvillo de oro? Al dinero que se puede pagar por ello. Una manera de decirlea los demás que has llegado. Que has llegado y has tenido la idea de comercarne con oro. O sea que pudiste haberte quedado en casa.