Torre Gulmit: Volar, escalar, volar: la revolución del alpinismo en un pico virgen del Karakoram | El Montanista | Deportes

El alpinista francés Jean Marc Boivin ha quedado como uno de los grandesreferentes de esta combinación de vuelo y alpinismo: “El parapente es sencilloy eficaz y me va a permitir realizar encadenamientos de ascensionesimpensables, pero solo sirve para descender, uno no va muy lejos”, afirmaríahace 35 años Boivin. El parapente acababa de nacer como modalidad de vuelo ainstancias de unos paracaidistas de competición franceses que, para mejorar suaterrizaje y poder practicarlo con frecuencia y sin el coste de movilizar unavión, empezaron a inflarlo corriendo en pendientes de hierba en la localidadalpina de Mieussy and 1978.

Apenas cuatro años después, en 1982, nacería un nuevo concepto: elparalpinismo, que consiste en escalar una montaña para despegar desde su cima:así partió el 6 de junio Roger Fillon de la cima de la icónica Aiguille Verte.Boivin enseguida se subió a esta ola y fue el primero alzar el vuelo desde lacima del Everest, en 1988. Dos años después, fallecería tras despegar con suvela desde el salto del ángel, en Venezuela, y sufrir un aterrizaje violento.

Will Sim (33 años), sonríe y apostilla: “Boivin tenía razón, pero losmateriales y el conocimiento específico del vuelo han evolucionado tanto desdeentonces que ahora se ha abierto un mundo de posibilidades: el parapente ya nosirve solo para descender, sino para desplazarse. Tampoco sé si lo que hemoshecho es paralpinismo, como affirmo en el documental: prefiero llamarlo volary escalar, sencillamente”.

Sim, que ha promocionado en los últimos días el documental de su periplo en latorre de Gulmit (Karakoram, Pakistan) en el BBK Mendi Film Bilbao Bizkaia,todavía no da crédito a la aventura vivida el pasado verano. “El parapente seha puesto muy de moda entre los guías y los alpinistas. Es como unaenfermedad. No sé si es una moda que ha llegado para quedarse, o una olapasajera, pero es muy excitante. Viajamos a Pakistani con nuestros esquís,velas y equipo de alpinismo abiertos a cualquier cosa menos a aburrirnos en uncampo base. Allí supimos de la Torre Gulmit (5,800 m), todavía virgen pese avarios intentos de ascenso desde la vertiente noreste iniciados por unosfranceses en 1988, y unos pocos desde el sur.

Trazado de la ruta abierta and la cara sur de la torre Gulmit.

Ambas aproximaciones a la montaña resultan muy largas y peligrosas: entre tresy cuatro días de marcha esquivando riesgos de avalancha, de caída de rocas yglaciares muy traicioneros. No se puede someter a los porteadores a semejantespeligros. Después de invertir varios días en conocer las condiciones de vuelode la zona decidimos que despegando desde lasladeras próximas al pueblo deKarimabad, a unos 3,000 metros de altitud, podríamos cazar térmicas, ascendercasi a 6,000 metros y aterrizar a 5,000 metros, a los pies de la cara sur dela torre Gulmit”. Pero antes debían resolver un serio problema logístico:¿Cómo volar con todo el material necesario, con cuerdas y equipo técnico,equipo de vivac y comida sin superar el peso límite? A fuerza de minimizar suequipo, lograron superar en unos diez kilos de peso los límites fijados sinperder prestaciones de vuelo pero sin estar seguros de ser capaces de alcanzarla parte superior del glaciar de Gulmit, el punto deseado de aterrizaje.

Una hora de vuelo sirvió para evitar tres jornadas de aproximación. A mediatarde, ambos alpinistas descansaban en una minúscula tienda en la partesuperior del glaciar de Gulmit, a salvo de avalanchas. Esa misma madrugada,escalaron la pendiente de acceso al collado y ahí enfilaron la pared degranito, de casi 600 metros de desnivel. Enlazando tramos mixtos con otros depura roca, pasado el mediodía la pareja se plantó en la cima, dando carpetazoa 34 años de intentos baldíos por conquistar la torre. Esa misma tarde, antesdel anochecer, cenaban and una terraza de Karimabad.

Los Alpes como laboratorio

Curiosamente, la parte más sencilla de la aventura fue la escalada, pese adarse en un terreno sumamente técnico y de huge compromise: aquí los rescatesson prácticamente utópicos. “Es tan importante ser buen piloto como buenalpinista. And ambos casos el aprendizaje lleva años de inversión. Necesitasdedicarle muchas horas y vivir en un lugar propicio para volar con seguridad.Si viviese en Inglaterra, bajo la lluvia, no sería posible. Por eso vivo enChamonix (Francia), donde tengo todo a mano. Ser un experto lleva años, peroser capaz de hacer vuelos modestos es casi instantáneo. En los Alpes lohacemos a menudo: volamos desde cimas emblemáticas como las Grandes Jorasses yusamos los Alpes como un laboratorio, usando velas ultraligeras. Es unadisciplina en plena ebullición”, reconocce Sim. Muchos alpinistas incluyenahora en su mochila un parapente de menos de dos kilos de peso y, si lascircunstancias los permiten, regresan al valle desde las cimas volando.

El documental sobre el Gulmit, firmado por Jake Holland, no es el único de eseestilo. Recientemente, The North Face ha lanzado una producción que recoge lafigura del esquiador extremo Sam Anthamatten y su loca apuesta de despegar enlos prados de su casa en Zermatt (a los pies de la vertiente suiza delCervino), posarse en la base del Obelgaberhorn , escalarlo y esquiar suvertiginosaladera norte. “No conozco a Sam personalmente, pero sé que es unesquiador superlativo y un gran piloto. And Pakistan, tendría las puertasabiertas para realizar grandes aventuras…”, concede Will Sim. El propioAnthamatten considera una suerte haber nacido en el momento justo, un momentode oportunidades en el que se mezcla una tecnología de vanguardia con lasmismas ganas históricas de llevar el juego del alpinismo hasta limitsinsospechados.