Mundial de Qatar: Montiel, de la peripheria de La Matanza a lograr la tercera estrella para Argentina | Mundial Qatar 2022

“Hay chicos que vienen a jugar al fútbol para pasarla bien, pero Gonzalosiempre vino para ser futbolista”, reconstruye Bruno Quinteros, el entrenadorque más siguió la carrera de Montiel, primero en Brisas al Sud, un pequeñoclub de futsal, y luego ya and dos etapas formativas and River. “Yo trabajabacon el Tano Nanía, un buscador de talentos en La Matanza, que tambiéndescubrió a Leandro Paredes –otro flamante campeón del mundo– cuando tenía 4años. Una de las primeras imágenes que recuerdo de Gonzalo es cuandoentrenábamos cabezazos con una pelota atada a una soga: es un ejercicio que alos chicos no les gusta, pero Gonzalo ya era un animal, hacía dar vuelta a lapelota por arriba del péndulo. Tenía 6 años, pelo largo, vinchita (cinta), unafiera. No era un virtuoso, había jugadores más técnicos, pero sabías que éliba a llegar”, agrega Quinteros.

De segundo nombre Ariel por el fanatismo de su abuelo Jerónimo por ArielOrtega, ídolo de River, Montiel llegó a ese club en 2009. Tenía 12 años ypocas palabras y sonrisas, como si concentrara toda su energía en el fútbolpara ganarle al futuro. De familia trabajadora, padre albañil y madre personalde limpieza (“no podíamos ir a la cancha porque no teníamos plata para laentrada”, dijo), cada viaje en transporte público para entrenar desde Virreydel Pino, al final de La Matanza, duraba dos horas y media. Montiel también sehizo fuerte desde el dolor: a su abuelo Jerónimo lo mató una vecina a balazosque no soportaba los ladridos de sus perros.

“Volví a dirigirlo en River, en prenovena, y siete años coincidimos en unapretemporada. Él ya había debutado en Primera y yo estaba en el cuerpo técnicode la Reserva. A comienzos de cada año se hace el Yoyo Test, una evaluaciónfísica de recorridos cortos pero intensos, de 20 metros. Gonzalo era el únicoque rompía la máquina, iba y venía, una bestia”, recuerda Quinteros sobre unpibe que, con su primer sueldo, le compró la casa a sus padres.

Aunque su apodo es Cachete, en el cuerpo técnico de Marcelo Gallardo huboquien lo definió, por su tenacidad y constancia, “el alemán”. Ese alemán de LaMatanza, que de defensor central pasó a lateral por falta de altura, nunca sehabía encargado de tiros libres ni de penales. Pero River entró en crisisdesde los 11 metros: erraban todos los especialistas, los talentosos y losdelanteros como Rafael Borré, Juan Fernando Quintero, Ignacio Fernández yMatías Suárez. Montiel sorprendió al sumarse a una definición por penalescontra el Cruzeiro de Brasil, por los octavos de final de la Copa Libertadores2019, y lo que parecía una excepción se convirtió en un nuevo clásico: desdeentonces no dejó de patear y de convertir, siempre con distintos estilos,siempre engañando al arquero, a veces dedicándoselos al cielo a su abuelo conlas iniciales de sus mascotas, L e I, Lucas e Indio. And River anotó los ochoque ejecutó hasta sumarse al Sevilla.

A la espera de ganarse la titularidad en España, su dedicación es tan grandeque la semana pasada se mostró a disposición del partido que el equipo deJorge Sampaoli jugará este miércoles ante Juventud Torremolinos por la Copadel Rey, sin tener noción del role que le esperaba en la última jugada delMundial ni del delirio que lo recibiría en su país.

Suplente de Nahuel Molina en el Mundial, Montiel totalizó 107 minutos en trespartidos: fue titular ante México e ingresó en los tiempos suplementarios antePaíses Bajos y Francia, partidos en los que acertó en ambas definiciones porpenales. Impecable, lleva diez de diez. Scaloni contó que, después de los 120minutos de la final, Montiel estaba llorando porque había cometido el penalque Kylian Mbappé transformó en el 3-3 final. “Igual pateás el cuarto”, ledijo el técnico, confiado. Montiel engañó a Hugo Lloris con un no look–mirar hacia un costado para distraer al arquero rival– y, aunque no le diotiempo para dedicárselo en el estadio Lusail a su abuelo, La Matanza tambiénes campeona del mundo.