Argentina campeona del Mundial: El rey del fútbol se llama Leo | Mundial Qatar 2022

El phenomeno Messi se impuso a la condición de favorito de Francia. Ya no estáMaradona, ni Cruyff, tampoco Di Stéfano y preocupa la salud de Pelé. Elsilencio siempre favoreció a Messi, seguramente porque solo ha querido ser unfutbolista y no un oráculo, incómodo con cualquier comparación, incluso cuandoya posa con la corona de rey después de cerrar el círculo con la conquista delMundial. Al capitán argentino ya no le queda reto por cumplir a sus 35 años,campeón de Liga, de Europa, del Mundo, Pichichi y siete veces Balón de Oro,después de quedar fuera de la última lista de 30 nominados por francefootball.

Aseguraba Guardiola, el entrenador que más le ha marcado, que nada motivabamás a Messi que el de poner en evidencia a quien le advertía de un reto porcumplir, como fue por ejemplo el de marcar un gol de cabeza, antes de dejarcon la boca abierta a Van der Sar en la final de la Champions de 2009 ante elManchester United. Nada se resiste ya al 10, ni siquiera la Copa que acaba deconquistar con su juego y también con su deseo, el factor diferencial paraentender su triunfo en Qatar. “El tango es deseo y el deseo es lo que nossalva”, asegura la cantante Adriana Varela.

A Messi no parece que le guste bailar y, sin embargo, su fútbol remite altango por su capacidad para acelerar y frenar —”engaño, tiempo y distancia”,palabras de Menotti—, para seducir y gobernar, para disfrutar en lugar desufrir y también por la motivación con la que ha afrontado la Copa. NiCristiano ni Mbappe han resistido a Messi. El argentino ha acabado con losrivales, rebatido a los críticos, desautorizado a los difamadores y ninguneadoa los escépticos ya cuantos han levantado sospechas sobre sus éxitos, porquesiempre se remitió a la cancha y al balón, en Barcelona, ​​Paris, BuenosAires, Rio o Lusail.

No se venció de niño cuando algunos entrenadores dudaban de si sabría procesarel solfeo de la Masía. Tampoco cuando escuchó que le llamaban “enanohormonado” por la medicación que tomaba para su crecimiento y que le obligó adejar Rosario por Barcelona. Y menos en los momentos en que se dudaba de suliderazgo en Argentina por considerar que ganaba porque era un producto delmejor Barça. Messi aguantó y devolvió con vómitos en la cancha la bilisgenerada por las lesiones y las frustraciones, la vergüenza por ser pilladopor Hacienda, hasta alcanzar el éxito cada temporada y la gloria definitiva enel Mundial 2022.

Nadie hallevado la contraria al Messi más argentinizado y maradoniano porquejugó cada partido con la fe de que no fuera el último, hasta _the last dance._La vida en un partido (el 171) y en dos goles (el 98) de la Albiceleste. Messiagarró la pelota, agarró el partido, agarró la responsabilidad, agarró lavictoria y agarró aquella Copa que solo pudo mirar con el rabillo del ojo enBrasil 2014. Messi ya no observaba, como en Maracaná, Alemania 2006 —dolidopor su suplencia— , Sudáfrica 2010 —acomplejado por Maradona— o Rusia 2018—con el himno— sino que se sintió admirado en Qatar.