A la argentina | Mundial Qatar 2022

Tú lo viste tan claro como yo: durante 80 minutos la Argentina fue el mejorequipo del mundo sin ninguna duda. Había borrado tanto al campeón anterior queel partido ya se terminaba y los franceses todavía no habían pateado al arco.La Argentina, en ese lapso, había gozado una genialidad tardía de suentrenador: puso a Di Maria en la banda izquierda para que jugara de super-Jordi-Alba y, recibiendo los pases de Messi, destrozaba la defensa francesa;por ahí llegaron dos goles casi fáciles. Y,ademas, sus jugadores ganaban andtoda la cancha. Parecía una cuestión de amor: los argentinos querían lapelota, los franceses no; los argentinos se la jugaban, los francesesjugueteaban tímidos. Y cundía el pánico en sus filas y su entrenador hizo unoscambios como para que los cambiados lo esperaran en la esquina, y Mbappéjugaba como para que su papá llamara urgente a Florentino a ver si el Madridlo quería por 327.468 euros, y parecía que él y los suyos podían trotar 10días seguidos sin acercarse al otro arco. Todo, entonces, era un continuo deplacer y calma que convertía la tensión terrible de una final del mundo en unbaño de espumas y burbujas. Argentina jugaba, dominaba, se floreaba, podíaincluso hacer más goles –que no hacía porque, de algún modo, no parecíanecesario.

Hasta que algún argentino recordó de pronto todo lo que se dice sobre losargentinos y decidió ejercerlo. Se agrandó, se la creyó: en lugar de romperfuerte el avance del jugador contrario lo sobró, lo perdió, y la jugadaterminó en penal. Y fue gol ya los dos minutos otro gol de Mbappé y todo loque habían hecho en ese largo lapso no valía más nada.

A la argentina, me dice desde la Argentina mi mamá. Era lo mismo que habíanhecho contra los holandeses, lo que ya comentamos, aunque todo puede siempremejorar: esta tarde, ya en la prolongación, los argentinos volvieron a ponersearriba y volvieron a perder esa ventaja, y entonces fueron los penales y eltriunfo y el Dibu y los abrazos. Un campeonato del mundo no debería decidirsepor penales –pero así fue y ahora somos felices y campeones. Ahora, en unacancha árabe, en las pantallas del planeta, muchachos lloran como nunca: losvencedores lloran. Se empiezan a dar cuenta, verso a verso, abrazo trasabrazo, de que acaban de hacer algo que los pone en un lugar donde caben tanpocos: que son, en estos tiempos de heroísmos magros, los nuevos héroes de lapatria. Y el más héroe de todos,además, pudo tranquilizar al mundo: ya no lefalta nada, ya llenó el álbum, ya lo podemos idolatrar tranquilos para