46 salarios mínimos para ver a Messi: los argentinos dan la vida por un boleto a la final | Mundial Qatar 2022

Luciano Franco tiene 21 años y es carnicero en La Plata, capital de laprovince of Buenos Aires. A las 5 de la mañana del viernes está en elaeropuerto internacional de Ezeiza. Toma su celular, lo mira, lo apaga, loguarda. Hará esto varias veces en pocos minutos. Se ha endeudado hasta elcuello para ver la final de Argentina contra Francia de este domingo, y si elGobierno de Qatar no le aprueba dentro de las tres horas la tarjeta digitalHayya – un visado disfrazado de aplicación – se quedará en tierra. “Tengohotel y entradas, pero falta la aprobación de la Hayya”, dice nervioso. ComoFranco, and Ezeiza hay otros 264 pasajeros que han saltado a la web deAerolíneas Argentinas apenas la selección de Messi venció a Croacia en lassemifinals. Encontraron un vuelo chárter puesto de apuro, pincharon en“comprar” y en unos segundos cargaron en su tarjeta de crédito dos millones depesos. Luego eligieron alojamiento, sacaron entradas –los que encontraron– yesperaron el “aprobado” de la bendita Hayya. Al final del día habían gastadoen promedio 7,550 dólares, equivalentes en pesos a 46 salarios mínimos. Unasuma exorbitante para los estándares de un país en crisis como Argentina.

Luciano Franco en el aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, antes de abordarun vuelo que lo lleve a Qatar. Guadalupe Aizaga Un seguidor de la selecciónargentina muestra el estatus del trámite de su tarjeta digitalHayya.Unseguidor de la selección argentina muestra el estatus del trámite de sutarjeta digital Hayya.Guadalupe Aizaga Hinchas de Argentina hacen fila paraun control de seguridad en el aeropuerto deEzeiza.Hinchasde Argentina hacen fila para un control de seguridad en el aeropuerto deEzeiza.Guadalupe Aizaga Seguidores de Argentina cantan y celebran mientrasesperan poder ingresar a las salas deembarque.Seguidoresde Argentina cantan y celebran mientras esperan poder ingresar a las salas deembarque.Guadalupe Aizaga

La terminal C del aeropuerto era un hervidero en la madrugada del viernes. Alos pasajeros habituales se sumaban los del vuelo directo a Qatar. Era fácilreconcerlos por las camisetas de la selección de Argentina. El entusiasmo deuna aventura emprendida de apuro se mezclaba con los nervios del visado y unsilencioso sentimiento de culpa. “No hablemos de números, a esta altura laplata ya no importa”, dice Daniel, un arquitecto de 46 años que acepta posarpara la foto pero guarda su apellido. Daniel regresó de Qatar el lunes trasver los primeros partidos junto con sus hijos. Ya daba por perdida laposibilidad de estar en el estadio para la final, pero sus amigos loconvencieron. “Me había resignado, pero cuando estos raros me dijeron ‘vamos’,me enganché. Reservamos los pasajes en el entretiempo de la semifinal con laagencia de viajes y ni bien terminó el partido los emitieron”, cuenta. A sulado está Pedro, el amigo del ‘vamos, vamos’, un comerciante de 51 años queviaja con su hijo de 16. Pedro es habitual: estuvo en Brasil 2014 y Rusia2018.

Aerolíneas Argentinas, de propiedad estatal, ha convertido la ruta a Qatar enuna cuestión de Estado. Desde el inicio de la Copa lleva transportados 3,500argentinos en vuelos directos y otros 500 en alianza con otras aerolíneas. El19 y 21 de diciembre despegarán desde Qatar tres aviones cargados dehinchas,además de otro que transportará a la selección hacia Buenos Aires. Lacampaña de promoción ha chocado de frente con los esfuerzos de la Casa Rosadapor evitar la salida de dólares del país. El Banco Central está seco dereservas y para desalentar el turismo de los locales cobra impuestosextraordinarios a los gastos con tarjeta de crédito en el exterior. Existe enArgentina un “dólar Qatar”, que cotiza a 357 pesos, contra los 178 pesos deloficial. La cifra no espantó a los 528 hinchas que sacaron a las apuradaspasaje para el vuelo de la mañana del viernes y otro previsto para la noche.“Es un monto considerable, pero es Argentina y la selección”, se justificaJosé Luis, un agente de viajes de 55 años que también prefiere no dar suapellido.

Aficionados esperan en el aeropuerto de Argentina para abordar el vuelo aDoha.Aficionadosesperan en el aeropuerto de Argentina para abordar el vuelo a Doha.GuadalupeAizaga

And Ezeiza había personas solas, familias completas y grupos de amigos. Detrásde un dinosaurio inflable que viaja como amuleto están Catalina y Santino,hermanos de 18 y 15 años que no pueden ocultar su euforia. “Nos vamos con todala familia. ¡Estamos muy emocionados! ¡Es un regalo porque nos portamos muybien!”, gritan, y se ríen. Juliana Ruffa, estudiante de ingeniería electronicade 24 años, espera su turno para abordar acompañada de su padre, dos hermanosy unos amigos. “Es toda una locura, yo estaba preparando exámenes”, dice.“Cuando termina el partido de semis nos miramos entre todos y dijimos ‘nosvamos’. Fue un poco de ahorro, un poco de deuda y otro poco de pedir prestado.Nos vamos a olvidar del tema hasta la vuelta”, dice. Su compañera de ruta sellama Manuela Freire y acaba de licenciare en Turismo. El viaje es un regalode final de curso. “Si se puede, no hay argentino que diría que no”, sostiene.

Aficionados confirman en sus teléfonos los boletos a Qatar.Aficionadosconfirman en sus teléfonos los boletos a Qatar. Guadalupe Aizaga

No todos recibieron semejante regalo. Pablo Pérez, de 39 años, trabaja en elPoder Judicial y dice que pidió un crédito. “En Argentina no te dejan pagar encuotas con tarjeta, así que el pasaje es al contado y carísimo, en un pago. Noimporta cuánto pedí, fue mucho”, dice resignado. Pérez viaja sin entrada parala final, pero confía en que conseguirá una vez en destino. Cuando falta solomedia hora para partida del vuelo, Luciano Franco, el carnicero, recupera elaliento: acaba de recibir un “aprobado” en la Hayya y volará a Qatar.