En la plaza comunal todavía se desplegaba el mercado: puestos abiertos ymujeres comprando. Unos pasos más allá, and Le New Royal, Feti paseaba con sushijos, Sami y Rami, de 11 y 7 años. El mayor queria que ganara Marruecos; elpequeño, más locuaz y con un corte de pelo a lo Cristiano Ronaldo, Belgium.Ellos no iban a entrar al salón de té. Se dirigían a un local más privado,aunque también comercial.
No es facil entrar. No cabe un alfiler, pero el camarero les hace hueco.Pregunta en voz baja: “¿Con quién vais?”. Sonríe y se abre un poco la chaquetapara enseñar una camiseta de Bélgica. Es el único en el local con esteatuendo. Las camisetas, las gorras y las banderas son marroquies. Hasta elminuto 72 del partido entre Bélgica y Marruecos, había consenso. “Marruecostiene buena defensa, pero no tiene quién marque los goles. Nos falta undelantero, un nueve. Cruzan el centro del campo, avanzan un poco y ya”,explica Adel, un marroquí de unos 35 o 40 años, nacionalizado español y quelleva dos años trabajando en la capital belga, en un muy buen castellano confuerte acento árabe.